Responsabilidad estética

Mirá, Valeria, me tenés repodrido. Si sabés que me gustás, ¿¡por qué no me hablás por telefono, eh!? ¿¡Qué te pensás!? ¿¡Querés que me quede toda la tarde al lado del teléfono como un tarado!? El otro día por ejemplo, el lunes, me moría de ganas de que me llamaras. ¡Y ni me hablaste! ¡Entonces resulta que no fui ni a jugar con los chicos, ni al club, ni a nada! ¡Al divino botón! ¡Porque no sonó el teléfono ni con una llamada equivocada! ¿¡Qué te creés!? ¿¡Te creíste mucho!? Sabés que sos muy linda, entonces tendrías que fijarte un poco, porque es como cuando alguien es muy fuerte: si no cuida cómo usa los músculos capaz que le da un empujón a alguien y no quiere hacerle nada, pero al otro lo tira al piso. O da la mano para ser amable y al otro le deja los huesos como un trapo torcido. Es lo mismo, ¿entendés?, porque vos sos linda, entonces tenés que tener un poco de cuidado, porque sin querer podés, no te digo lastimar, porque no es igual igual, pero más o menos, ¿te das cuenta? Tal vez lo hacés sin querer, o no hacés nada, pero igual tendrías que prestar atención porque yo te cruzo enfrente y a lo mejor a vos no te pasa nada; pero vos me pasás enfrente y me quedo todo así. Parezco la momia, ¿entendés? Poné un poco de tu parte, también. Por eso no es lo mismo. Ahora que te expliqué y lo entendiste, fijate. Yo no te voy a decir nada, pero hoy me gustaría que me llames, así que no esperes que te hable yo.
Luis María Pescetti.