Feminismo no es una mala palabra

Quiero empezar diciendo que no nací feminista. Si bien toda la vida creí en la igualdad de género y había muchas cosas que me hacían ruido, no me definía como tal cuando era más chica. 
Mi recuerdo más antiguo de lo que ahora podemos identificar como el patriarcado, es de cuando tenía seis años y para un acto del primero de mayo tuvimos que actuar de trabajadorxs. Yo quería ser presidente porque es algo que literalmente quise desde los cuatro hasta hace no tanto pero me dijeron que no porque no había presidentes mujeres. Tuve que ser doctora ya que tenia la valijita de "Juliana doctora" y era lo más fácil. Como elegido pusieron a un chico rubio de traje a tirar billetes al final del acto. Lejos estaba eso de mi concepto de lo que hacía un presidente, pero bueno, pasó. 
Con los años aprendí lo que era tener  que "cuidarse de los varones". Nos perseguían para tocarnos la cola en plan de "la mancha" y una vez en un corso, un pibe que no conocía me metió la mano debajo de la falda para llenarme de espuma. Me siguieron hombres grandes varias veces a la salida del colegio y tuve que correr sin pensarlo mucho. Me dijeron cosas aún caminando de la mano con mi mamá y con el guardapolvo puesto. Me mostraron el miembro en la calle, etc.
La adolescencia fue obviamente peor (y tengo que agradecer que yo  la tuve fácil y no como muchisimxs otrxs chicxs). Ya saben, la típica. Que te quieran agarrar en el boliche, que te toquen sin tu permiso, que te digan de todo, comentarios polémicos de profesores y demás. 
Una tarde cuando estábamos esperando el colectivo con unas amigas para ir a Palermo, se para un tipo con el auto y la ventanilla baja para mirarnos mientras se tocaba.  Otra vuelta, volviendo de bailar en Villa Gesell, un grupo de hombres adultos -y bastante más grandes de tamaño que nosotras- nos gritó forradas del otro lado de la calle durante todo el camino. Me acuerdo exactamente lo que nos dijeron pero no lo voy a repetir ahora. Me acuerdo el tono de su voz y de la bronca y repugnancia que me dio. Me han dicho que no en algunos trabajos con la excusa de que "no están contratando mujeres porque se embarazan", me han insinuado que yo al ser mujer, la tengo fácil porque coqueteo un poco y listo. Me quisieron tocar y luego me llamaron histérica por decir que no. Fui muy trola, muy santa, hermosa y horrible al minuto. Me dijeron gorda y también anoréxica. Que me pinto mucho, que me pinto poco. Ya ni recuerdo cuantos "¿así vas a salir a la calle?" o "¿pero vos que tenías puesto?" me dijeron porque en un punto dejé de escuchar.
Sé que todo esto es moneda corriente y nos pasa todos los días. Tengo que caminar con las llaves en la mano, mirando para atrás y con el corazón latiendo a mil por hora cada vez que vuelvo a mi casa cuando está oscuro porque sé lo que pasa y lo que puede pasar. Perdí la cuenta de la cantidad de mensajes de "llegué" que mandé y me han mandado. De la cantidad de capturas de pantalla con datos de patentes, el GPS prendido o tener que inventar llamadas falsas para ir hablando con alguien en el camino por las dudas. Sé lo horrible que es escuchar que las puertas del taxi al que subiste se traban y no hay pestillo para levantar. Me he tenido que cambiar de ropa antes de salir porque no me parecía seguro ir en vestido. Un par de chatitas me acompañaba siempre en la cartera porque si iba de tacos no podía salir corriendo y guarda si usaba algo ajustado, corto, con escote o transparente.
No fue que descubrí o mejor dicho, me empecé a identificar como feminista hace relativamente poco. No es que tenía conceptos erróneos del tipo "es lo mismo que el machismo" pero simplemente, nunca me lo había planteado, no se por qué. Tengo que decirles que fue lo mejor y lo peor que me pudo pasar.


El feminismo te duele. Te duele porque comenzás a comprender cosas que antes naturalizabas y dabas por sentado como normales. Reconocés injusticias, situaciones de abuso y entendés todas las incontables veces que vos o algunx de tus amigxs fue vulneradx y no se estaba dando cuenta. 

Te duele porque sentís cada desaparición, cada muerte, cada golpe como propio y eso te va rompiendo un poco cada día. Duele cuando ves con claridad la desigualdad y las diferencias, los roles establecidos y cómo la sociedad, el sistema, los medios y todo lo demás se encarga de perpetuarlo.  Entender la violencia que sufrimos a diario y que venimos acumulando a lo largo de  los siglos es de las peores cachetadas que te puede dar la vida. Te cae todo de un momento al otro como un balde de agua fría en el más crudo de los inviernos.  Descifrar aquello que está mal en lo que pensás, en lo que sentís, en lo que te dicen, en lo que te enseñan y lo que consumimos es una porquería. Honestamente se es más feliz en la ignorancia. Cuanto más sabés, cuanto más te cae la ficha, peor la pasas. Encontrás el problema en tus amigxs, en tus padres, en tus hermanxs, en la tele, en las revistas, en la música y en vos mismx.  Te enoja, te frustra, te saca de tus casillas y te dan ganas de prender fuego cosas. Literalmente prender fuego cosas. Porque cuando comprendés realmente, cuando empezás a prestar atención al porqué de cada palabra, de cada acción, de cada gesto, ahí es cuando hacés el clic. Y créanme que no es divertido. Pelar cada capa de la cebolla que es el sistema en el que crecemos, hace llorar hasta alx más fuerte. Son lágrimas de impotencia y de ira. Por todo lo que alguna vez te hicieron, por cada "bebé" que te susurraron al oído en la calle, por cada apoyada en el subte, cada momento de auto-represión por "cuestiones de seguridad" desde no darle la mano a alguien que querés hasta no ponerte lo que te  pinta porque capaz no volvés a casa.
Yo era de las que decía que una piba era una trola por ponerse una falda corta. Que el aborto tenía que ser nada más en caso de violación porque si cogiste y quedaste embarazada, problema tuyo y te tenés que joder. Yo miraba mal a otras por no depilarse y me jactaba de los comentarios que los pibes hacían de mí y de mi cuerpo aún si no lo pedía. Lo pienso ahora y me muero del asco y la vergüenza pero es algo que tengo que admitir y que todxs tienen que saber porque es importante reconocer nuestros errores.  Esa es la única forma de crecer. 
El feminismo me mostró que todo eso estaba mal, que otras tantas cosas estaban aún peor y que yo estaba increíblemente equivocada y si hay algo que no me gusta, es no tener razón.  El feminismo te lastima, te rompe el ego y destruye lo que tenías construido y eso molesta, es incómodo pero tan, tan necesario. 
Estamos programadxs para pensar y actuar de manera funcional al sistema. A vernos de una forma, a hablar de una forma y a no cuestionar lo que nos es impuesto. Cuando el mundo de ilusiones y fantasías que habías logrado formar para no sufrir se cae, no queda otra que empezar de nuevo. Y eso es lo que en muchas formas, hace el feminismo. Tira tus paredes, las que te obligaron a construir a tus expensas, para ayudarte a levantar unas nuevas. Te saca la venda de los ojos. Va limpiando el odio, los celos y el resentimiento que te inculcan a tenerle a otras mujeres. A reconocer otras identidades y correrte de tu centro. Pasan de ser competencia a ser hermanxs. No digo que tenga todo hecho o superado, este es un proceso que no creo que termine nunca.
Claro que la coyuntura es importante. Vimos cómo revistas que antes publicaban notas como "la mejor dieta para vos" ahora son body positive y abrazan todas las corporalidades e identidades. Cómo se repudian los titulares y notas de doble moral y cómo va de a poco, aumentando todos los tipos de representación. Las marchas fueron clave y creo que en algún punto, los femicidios con saña y  gran violencia también porque ese dolor se hizo motor. Ví como amigxs míxs que hace unos años hubiesen mirado con asco las protestas, ahora marchan conmigo codo a codo. Cada evolución es muy personal, tiene que ver con las experiencias de cada unx y no hay un tiempo "correcto" para abrazar la lucha. Nada más sucede y ya. Un día te levantás y comprendés que Feminismo no es una mala palabra.
El feminismo es de lo mejor que me pasó. Me hizo conectar con otrxs y conmigo misma de maneras que nunca hubiese pensado. Me hizo conocer gente nueva y quitar lo tóxico. Aprendí y sigo aprendiendo todo el tiempo. Construyo y deconstruyo. Incorporo algo nuevo todos los días, soy más tolerante, más humilde, más curiosa y con los ojos más abiertos.  Me dio lugar para reconocer mis privilegios y usarlos en favor de aquellxs que no los tienen. Me hizo entender otras realidades y empatizar con distintas experiencias. Es un desarrollo y un cambio constante. Por momentos es complicado, frustrante y exaspera. Algunas cosas no las lográs procesar y otras te pasan por arriba como un camión.  El tiempo pasa o muy rápido o extremadamente lento. 
Pasé de tener miedo, a tener bronca y transformar todo eso en una llama que me abriga y me impulsa a querer cambiar el mundo, hacerlo un lugar más justo. Cada día que pasa siento que damos un paso más y aunque a veces desandamos el camino y me hierve la sangre al leer o escuchar las injusticias a las que somos sometidxs, tengo esperanzas de que capaz no hoy ni mañana pero algún día no muy lejano, vamos a modificar nuestra realidad. Vamos conquistando derechos y abriendo el debate a temas que antes ni hubiésemos tocado.
Si no es por nosotrxs que sea por lxs que vienen, para que tengan lo que no tuvimos y para que no sufran lo que sufrimos.  Si estás leyendo esto y aún no estás segurx de acompañarnos, no te preocupes. Vamos a seguir acá, y le vamos a dar la bienvenida a todxs lxs que se quieran sumar. Tarde o temprano va a pasar. A su tiempo. Sin apuros. Porque te juro que se va a caer. Lo vamos a tirar nosotrxs. 


De Intravenous Sugar