LXXVIII

Una mujer me ha envenenado el alma, 
otra mujer me ha envenenado el cuerpo; 
ninguna de las dos vino a buscarme, 
yo de ninguna de las dos me quejo.

Como el mundo es redondo, el mundo rueda; 
si mañana, rodando, este veneno 
envenena a su vez ¿por qué acusarme? 
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?