Conoces bien las zapatillas que llevas puestas, no es la
primera vez que las usas. Ni la segunda. Y por eso al llegar a casa te las quitas
con la ayuda del otro pie, sin ni siquiera preocuparte por si se están ensuciando.
Pero si fuera la primera vez que te las pones, te las quitarías delicadamente. Sólo
si fuera la primera vez. Ahora no. Ahora llegas a casa después de un día
agotador y tiras el bolso y el celular en la cama, pero si fuese nuevo lo
dejarías en la mesa y hasta tendrías miedo de que se raye.
Y lo mismo pasa con las personas. Con tu pareja, con tu
familia. Sabemos que están ahí y dejamos de mirarlos como la primera vez.
Han pasado a la historia las miradas del primer encuentro, y
tener que pensar la frase perfecta antes de decirla. Hemos dejado de conquistar
día a día….porque ya no es nuevo, porque se consume.
Consumimos objetos, ropa, viajes, espectáculos, experiencias
y hasta consumimos personas. Y con las personas el AMOR.
Y el amor no debería consumirse. Porque si fuera la primera
vez que llamaras a alguien, no te quedarías callado al otro lado del teléfono,
sino le preguntarías hasta el más mínimo detalle: hasta la ropa que lleva
puesta. Si fuera la primera vez que vieras a esa persona, te hubieras fijado en
el color de sus uñas, medias, y recordarías su perfume.
Si fuera la primera vez que viajas, te acordarías del número
de asiento y de la música que sonaba cuando despegaba. Si fuera la primera vez
que duermes junto a alguien, habrías cambiado las sábanas, perfumado la
habitación y no se dejarían de abrazar en toda la noche.
Y lo mismo pasa con las últimas veces. Lo que pasa es que no
sabemos cuándo será la última vez que vayamos a ver a alguien, o que vayamos a
usar algo. Y continuamos actuando como si no pasara nada.
Pero si fuera la última vez. ¿Cuántas cosas cambiarías? Si
fuera la última vez que vieras a tu hermano seguramente le darías tantos
consejos como abrazos pudieras. Si fuera la última vez que pudieras escribir,
dejarías una carta despidiéndote y agradeciendo a quien lo mereciera.
Si fuera la última vez que vas a dormir, no dormirías.
¿Dónde irías si fuera la última vez que viajaras? ¿Lo pensaste? Porque ese
destino que tienes en mente, es el que tienes que hacer.
Esos consejos y abrazos que le darías a tu hermano, dáselos
cada día. Y no esperes al último día para agradecerle algo a alguien. Los
últimos días NUNCA están señalados en el calendario.
Pero yo te juro, que si fuera la última vez que te viera, te
diría lo mismo que te digo cada día.
Porque para mí, sos algo nuevo cada día.